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18 diciembre 2008

HISTORIAS PARA NO DORMIR II - "Pinoplof, el niñito de madera que soñaba con poder cagar"

Versión en vídeo y versión escrita:



Pinoplof no pudo evitar evadirse retrocediendo en el tiempo rememorando el recuerdo del día del hallazgo. Con suma facilidad y sin esfuerzo su mente carcomida logró tejer de nuevo toda la escena de aquel “Su día más especial” atesorado en la insondable infinidad compleja de su sistema quántico de memoria. En un suspiro todo aquel puzzle de emociones y sensaciones diseminadas en lo infinito capturadas como una holografía, volvió a forjarse de nuevo con la misma contundencia y solidez que en aquel lejano día.

Unos terribles lamentos lo arrancaron del profundo sueño que hasta entonces le mecía en sacra paz y armonía. ¡Ikea! Ikea! Se sorprendió balbuceando ensimismado aun nublado por la oniria. Los quejidos se hacían más claros y sin perder más tiempo en sus enigmáticos sueños de un saltito el niñito de madera caminó a hurtadillas hasta la puerta del jardín. Parecía que las blasfemias brotaban de la letrina familiar.

-¡Por todos los clavos del reino! Ññññññ… ¡Me cago en el puto abad y sus cebadas posaderas!Ññññññññññ… ¡Mal rayo me parta si él no podrá cagar a gusto con toda la vendita pleitesía del Arquitecto del todo! – Pinoplof no daba crédito, jamás, jamás en su tierna vida había escuchado tremendas palabras en boca de su padre.

-¡Redíos! ¿Qué demonios he podido engullir capaz de provocarme tan terrible tapón? Ññññaaaaaah… ¡Mi único deseo es dar rienda suelta a mis tripas rotas! ¿Acaso demanda tanto mi humilde y retenida alma? ¡Señor dame el poder! ¡Bendice mis entrañas con un lustroso paso! Aaarrrrjjh…¡Tan solo uno! Uuujh… Dale a este viejo mortal una sola satisfacción… Ñññññññññññ…la de ….Ññññññññññ…¡Ser libre!

El niñito de madera ya se encontraba curvado con el ojo en la mirilla, espectador furtivo de tan sorprendente escena. Yequetepeto se mostraba pronto y firme sobre el agujero negro hediondo y misterioso poblado por toda clase de seres vivos oscuros. Sus manos fuertes de maestro carpintero estrangulaban el faldón arremangado de su pijama. De su cara enrojecida predominaba una vena inflamada que le cruzaba la pálida frente sudorosa. Sus bigotes palpitaban al mismo tiempo que el pompón de su gorro marcaba cual péndulo aquel tiempo que parecía hacerse eterno. Tembloroso y con los mofletes tensos como las nalgas de la hija del molinero continuó su agónico duelo en pos de la más básica supervivencia. - ¡Dios dame el poder para expulsar lo impuro que encierra mi ser! Ññññññññh… - Y entonces se obró el milagro- ÑñaaaaaaaaaaAAAAAaaAAAAAAHH!!!- Tras un silencio fugaz, el poder volvió a tronar una vez más en aquel destartalado y mugriento refugio de paz, un calido pero basto jugo maloliente surcó como brotado de la nada, la trayectoria curvilínea que separaba ambos infectos orificios. Pinoplof tan solo podía admirar maravillado como escopetada, tras sonora escopetada toda aquella admirable mierda desalojada surcaba el vacío al tiempo que su amado padre recobraba su tonalidad natural envuelto en una sobrecogedora aura divina de onda y orgullosa satisfacción. El gozo crecía y crecía reflejado en su semblante rejuvenecido a cada nuevo y liberador instante, cada molécula desalojada contaba, nada gozaba de talante irrisorio en tan hermosa cadena de satisfacción. Todo eslabón imprimía un grado exponencial positivo a su anhelada liberación, liberación que corría en estampida como poderosos, veloces e indómitos corceles impuros.
Una lágrima brotó dejándose caer por las pulidas y brillantes mejillas de Pinoplof, fruto de la más grande hazaña contemplada por sus empañados ojos de madera. Tan memorable escena de amargo y tenso sufrimiento seguido de tan extasiada liberación purificadora dejaron mella en su corazón oxidado, desde ese mismo momento no deseó ninguna otra cosa con más fervor y pasión que ser un niñito de carne y hueso y así poder cagar como el que más. Finalmente aturdido se desplomo en el suelo como si le hubieran cortado las cuerdas de un tijeretazo.

Yequetepeto alarmado por el ruido abrió la puerta de la letrina cruzando el marco como quien cruza el arco del triunfo portando glorioso su corona para mostrar al reino vencido quien manda tras el asedio.

-¡Pinoplof! Amado hijo… ¿Qué te ha sucedido?- Yequetepeto se colocó de nuevo sus gafitas redondas que en el mismo momento se empañaron al contraste de la tan fría como parda noche y las calenturas de su reciente y violenta batalla. –Cielos, me temo que tus tiernos ojitos infantes han contemplado misterios demasiado maduros para los que tu joven alma no estaba preparada. Pero no temas, ya pasó, yo cuidaré de mi más amada y frágil creación.- Pinoplof no escuchó más, estas fueron las últimas palabras que inundaron su consciencia antes de sucumbir al sopor largas horas.

De inmediato regresó al presente, el recuerdo volvió a descomponerse en miles de fragmentos en el interior de su mente. Levantó de nuevo la cabecita y observó como Yequetepeto seguía remando incansable en aquella diminuta barquita a merced de un mar que no parecía tener fin.

-Hijo mio, ya es un milagro que puedas ver, caminar, escuchar, hablar y soñar como un niñito de verdad. ¿Pero pretender cagar?, ¿No te parece excesivo? ¿Por qué no te conformas con los dones que se te han concedido?... Si dependiera de mí… Juega con los mojones de madera que te construí y volvamos a casa dejando atrás toda esta locura que no a hecho más que empeorarlo todo y alejarnos de nuestro acogedor hogar tan y tan lejos ya.

-¡Narices! Nada podrá nunca más guardar valor por bueno que sea, si no consigo cagar a placer. Daría mis cinco sentidos y el don de mi increíble apéndice menguante solo por el milagro y recompensas mortales de una extenuante diarrea. ¡Cagar padre! ¡Cagar como los Ángeles! No pido más.

Yequetepeto no pudo más que bajar la mirada descorazonado y seguir remando. Pero de pronto, una colosal ballena surgió poderosa de las profundidades justo delante de ellos. Yequetepeto aterrado soltó los remos pero Pinoplof quedó maravillado, jamás habia visto un ser vivo más grande que ese y sus ojos se tornaron vidriosos de nuevo. Una vez más la lagrimilla resbaló por sus mejillas y no pudo retener con la boca abierta el fenomenal brainstorm que relampagueaba en su cabeza y anulaba por completo su dudoso juicio.

-¡Dios santo poderoso y omnipotente! ¡Este portentoso ser tiene que plantar unos mojones de escándalo! ¡La magnitud de sus residuos fecales tiene que ser brutalmente inabarcable! ¡Y los olores! ¡¿Qué me dices de sus olores?! ¡Deben tener una contundencia casi tangible capaz de paralizar y sobresaturar hasta los sentidos del cerdo más puerco!

-¡Es una ballena hijo mío, no un semidiós! ¡Aunque igualmente pueda aplastarnos como gusanos! ¡Estamos perdidos!

-¡¿Bromeas padre?! ¡Es imposible que ningún otro ser en la Tierra Mierda esté más cerca de la divinidad fecal que este cetáceo todocirullento, si alguien tiene el poder que andamos persiguiendo sin duda tiene que ser esta hermosa criatura!

Entonces la ballena abrió sus inabarcables fauces engullendo todo cuanto ante ella existía. -¡Ven a nosotros ballena y dame el poder de cagar hasta reventar!- exclamó Pinochof, acto seguido y con el más feroz de los terrores anidando en las pupilas de Yequetepeto se hizo la oscuridad al tiempo que el pequeño niñito de madera exclamó poseído y ciego de desmedida devoción: - ¡Por fin me voy a cagar!

Posiblemente los historiadores me llamarán mentiroso y seguramente crearán absurdas historias de tan singular episodio, pero doy fe de que esta es la verdadera historia que aconteció hace ya tantos y tantos años y que la sabiduría popular a deformado y mancillado por los tiempos de los tiempos.

Hagan acopio de valor pues, y recuerden la verdad cuando dispongan de tiempo, ya sea en guerra o paz, sentados en impolutas y sagradas instancias o de rodillas en silvestres parajes lo afortunados que somos como simples mortales y lo agradecidos que debemos estar al Arquitecto Del Todo por nuestros dones y más aun, honrar la memoria de aquel niñito de madera que solo ansiaba una cosa en su vida, poder ejercer tan placentero privilegio que a fuerza de monotonía el mundo de los hombres ha restado divino valor.



Historiador multidimensional Héctor Luna Algar

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