El tiempo
apremiaba, aún con todo aquel derroche de recursos y tecnología que
maravillarían a cualquiera de los genios contemporáneos de la Tierra
varías vidas.. era patente lo improvisado y desesperado de aquella
reunión del Concilio Multidimensional. Y créanme, el Concilio no se
caracterizaba precisamente por las soluciones e infraestructuras
fugaces y caóticas. Incontables sistemas e infinitos universos prestaban
atención a nuestra maltrecha y joven porción de roca ingrávida.
—Por favor, hagan pasar a nuestro experto en asuntos terrestres, el profesor.. el profesor Terracodos.— En pocos segundos se escuchó el agradable sonido que alertaba de que la puerta era susceptible al trasiego molecular. Pero la silueta difusa allí detenida del profesor permanecía inmóvil, contra todo protocolo. Por fin un par de golpes resonaron escandalosamente en ambas estancias.
—¿Se puede?— Preguntó el experto doctor usando su propia voz para escandalosa sorpresa de los allí virtualmente presentes. —Adelante Profesor Terracodos. Pase si tiene la amabilidad.— Y solo entonces la figura atravesó la puerta caminando chulescamente pendulando sus extremidades superiores hacia el trasero y sin prisa ninguna, con un andar peculiarmente llamativo y casi truculentamente hipnótico. En uno de cada cuatro pasos por cierto, daba la sensación de que el traspiés iba a ser inevitable, pero milagrosamente no sucedía más catástrofe que su propia y elegante torpeza.
¿Cómo describir rápidamente a Terracodos? Supongo que si un ser excéntrico hasta casi rozar lo enfermizamente extravagante y ridículo, tuviera la fortuna de contar con un colega rematadamente extraño y perturbador a su juicio, ese sería el Profesor Terracodos. Ni que decir tiene que ni su extraña danza viajera, ni su vestimenta humana, eran compatibles por naturaleza, con su genética.
—¡¿Qué pasó perraaaaaaas?!— Espetó desagradablemente el experto a modo de saludo educado y desenfadado, una vez más, con su propia voz contra todo protocolo telepático, en un alarde gutural que posiblemente mataría a cualquiera de su especie, con un dominio temerariamente escalofriante.
A esas alturas el revuelo ya se había desatado en todos y cada uno de los sistemas y dimensiones a la escucha, en una orgía global de pensamientos a modo de sinfonía autoregulada. El Concilio se volvió a sintonizar:
— Profesor Terracodos, percibimos que desconoce la naturaleza de esta reunión. ¿No es así?
— Dispara vaquero, o en la tripa te hago un agujero. —Contestó desenfundando un arma imaginaria, desde sus bermudas con estampados realmente criminales.
— Henos aquí para decidir el futuro de la raza humana. Desgraciadamente y a pesar de estar alertados, el punto de no retorno se ha adelantado imprevisiblemente. Contamos con poco tiempo. Con muy poco tiempo matizaría.
— ¡Lo sabía! ¡joder! ¡Lo sabía! — Gritó colérico Terracodos al tiempo que se desprendía del casco de motero en el que tenía embutida su babosa sien, y lo arrojó con desesperado disgusto.— ¡Lo sabía! Era cuestión de tiempo. Sabía que llegaría el día. Me había imaginado llegando a este punto y de pronto ya me encuentro en él, ¡maldita sea! Esto es realmente un problema. —Hizo una pausa mientras se desabrochaba el cuello y se aflojaba la corbata. — ¿Apocalipsis nuclear verdad?
— Exacto. Todo su mundo está en crisis y la diplomacia entre sus superpotencias está apunto de colapsarse. Están desesperados. Agonizando atrapados en la locura de sus propias trampas.
— Si, me temo que.. siempre hay algún gilipollas. Después de todo, es un mundo salvaje y retrasado.
—Como sabe profesor, venimos intercambiando conocimientos con sus gobiernos desde hace décadas, a cambio de desempeñar nuestras labores libremente en el planeta sin interferencias. Por supuesto, siguiendo estrictas medidas de seguridad y toda la cautela posible. Les ayudamos ha sintetizar y potenciar su propia tecnología, comerciamos minerales exóticos, etc.. pero son totalmente meritorios de su principal amenaza. Hasta ahora eran capaces de exterminarse por propia incompetencia, pero ahora además está en juego todo el planeta y cuanto contiene.
— Lo sé, lo sé. Podemos desviar meteoros, estabilizar su mundo con satélites y todas esas mierdas, pero intervenir en su propia autoextinción o salvación representa un dilema ético que hay que evaluar en el momento apropiado.
— Exactamente. Y es ahí donde entra nuestro mayor experto en la humanidad contemporánea. Nosotros, como sus diseñadores, conocemos todos sus secretos biológicos, pero nadie conoce su enorme complejidad social y cultural actuales como usted, profesor. Necesitamos su reputado criterio para una posible actuación. Los diseños y memorias genéticas de toda la fauna vegetal y animal están a salvo, podemos replicarlas en cualquier momento a voluntad. Apenas perderíamos unas pocas mutaciones generacionales recientes sin demasiadas consecuencias. Pero no los ingenios humanos. Sus creaciones se perderían al igual que sus configuraciones singulares.
— ¿Me está pidiendo que evalúe si son valiosos o prescindibles? ¡Por el amor de Dios!
— En cualquier caso usted no decidirá el futuro de la humanidad, pero necesitamos su basta experiencia para esclarecer cual será el mal menor al que enfrentarnos. Sacrificar el planeta y la valiosa fauna que alberga, o salvar también a la humanidad y arriesgarnos a que contaminen el cosmos con su salvajismo.. el maldito día que descubran los viajes interestelares y obtengan impunidad total formando parte del Concilio. Algo que deberían haber alcanzado sin caer en su propia y penosa destrucción.
— Me temo que no puedo ser objetivo. Es evidente que amo a esta cultura de salvajillos revoltosos. Odio y maldigo sus miserias, pero siento devoción por sus gloriosas grandezas. Además.. ¿todo ese sufrimiento y dolor? ¿Todas esas muertes?
— Tenga en cuenta profesor que si falla la contención y los terrícolas contaminan el multiverso sin estar preparados, estas vidas ahora en juego serían gotas en un océano de muertes, abusos y sufrimiento.
— ¿Quieren saber realmente lo que pienso? Seré sincero. Estoy hasta los huevos de mantenerme neutral. Basta de negociaciones absurdas. Basta de secretismos. Mostraros abiertamente y sin rodeos a la vista de todo el mundo y no solo con las cúpulas de sus gobiernos. Unificarlos como los hermanos que son. ¡Y por el amor del multiverso! ¡Bajen a patear los culos apropiados hasta convertir nuestro planeta salvaje, en un puto paraíso digno de formar parte del Concilio! De lo contrario.. antes de que termine todo, quiero bajar y perecer con ellos.
El tiempo fue consumido, la locura se apoderó por completo del mundo y los cielos se plagaron de incontables armas supersonicas cargadas de eterna condena para toda la vida planetaria. Por primera vez en la historia, el ser humano estranguló todo su mundo y no solo a ellos mismos, por miedo, por ignorancia. Pero a penas en el ultimo momento.. todos esos millonarios engendros sintéticos diseñados para la destrucción y el envenenamiento total, sencillamente.. se desintegraron. Y jamás alcanzaron objetivo alguno.
FIN
Héctor Luna Algar 2012
—Por favor, hagan pasar a nuestro experto en asuntos terrestres, el profesor.. el profesor Terracodos.— En pocos segundos se escuchó el agradable sonido que alertaba de que la puerta era susceptible al trasiego molecular. Pero la silueta difusa allí detenida del profesor permanecía inmóvil, contra todo protocolo. Por fin un par de golpes resonaron escandalosamente en ambas estancias.
—¿Se puede?— Preguntó el experto doctor usando su propia voz para escandalosa sorpresa de los allí virtualmente presentes. —Adelante Profesor Terracodos. Pase si tiene la amabilidad.— Y solo entonces la figura atravesó la puerta caminando chulescamente pendulando sus extremidades superiores hacia el trasero y sin prisa ninguna, con un andar peculiarmente llamativo y casi truculentamente hipnótico. En uno de cada cuatro pasos por cierto, daba la sensación de que el traspiés iba a ser inevitable, pero milagrosamente no sucedía más catástrofe que su propia y elegante torpeza.
¿Cómo describir rápidamente a Terracodos? Supongo que si un ser excéntrico hasta casi rozar lo enfermizamente extravagante y ridículo, tuviera la fortuna de contar con un colega rematadamente extraño y perturbador a su juicio, ese sería el Profesor Terracodos. Ni que decir tiene que ni su extraña danza viajera, ni su vestimenta humana, eran compatibles por naturaleza, con su genética.
—¡¿Qué pasó perraaaaaaas?!— Espetó desagradablemente el experto a modo de saludo educado y desenfadado, una vez más, con su propia voz contra todo protocolo telepático, en un alarde gutural que posiblemente mataría a cualquiera de su especie, con un dominio temerariamente escalofriante.
A esas alturas el revuelo ya se había desatado en todos y cada uno de los sistemas y dimensiones a la escucha, en una orgía global de pensamientos a modo de sinfonía autoregulada. El Concilio se volvió a sintonizar:
— Profesor Terracodos, percibimos que desconoce la naturaleza de esta reunión. ¿No es así?
— Dispara vaquero, o en la tripa te hago un agujero. —Contestó desenfundando un arma imaginaria, desde sus bermudas con estampados realmente criminales.
— Henos aquí para decidir el futuro de la raza humana. Desgraciadamente y a pesar de estar alertados, el punto de no retorno se ha adelantado imprevisiblemente. Contamos con poco tiempo. Con muy poco tiempo matizaría.
— ¡Lo sabía! ¡joder! ¡Lo sabía! — Gritó colérico Terracodos al tiempo que se desprendía del casco de motero en el que tenía embutida su babosa sien, y lo arrojó con desesperado disgusto.— ¡Lo sabía! Era cuestión de tiempo. Sabía que llegaría el día. Me había imaginado llegando a este punto y de pronto ya me encuentro en él, ¡maldita sea! Esto es realmente un problema. —Hizo una pausa mientras se desabrochaba el cuello y se aflojaba la corbata. — ¿Apocalipsis nuclear verdad?
— Exacto. Todo su mundo está en crisis y la diplomacia entre sus superpotencias está apunto de colapsarse. Están desesperados. Agonizando atrapados en la locura de sus propias trampas.
— Si, me temo que.. siempre hay algún gilipollas. Después de todo, es un mundo salvaje y retrasado.
—Como sabe profesor, venimos intercambiando conocimientos con sus gobiernos desde hace décadas, a cambio de desempeñar nuestras labores libremente en el planeta sin interferencias. Por supuesto, siguiendo estrictas medidas de seguridad y toda la cautela posible. Les ayudamos ha sintetizar y potenciar su propia tecnología, comerciamos minerales exóticos, etc.. pero son totalmente meritorios de su principal amenaza. Hasta ahora eran capaces de exterminarse por propia incompetencia, pero ahora además está en juego todo el planeta y cuanto contiene.
— Lo sé, lo sé. Podemos desviar meteoros, estabilizar su mundo con satélites y todas esas mierdas, pero intervenir en su propia autoextinción o salvación representa un dilema ético que hay que evaluar en el momento apropiado.
— Exactamente. Y es ahí donde entra nuestro mayor experto en la humanidad contemporánea. Nosotros, como sus diseñadores, conocemos todos sus secretos biológicos, pero nadie conoce su enorme complejidad social y cultural actuales como usted, profesor. Necesitamos su reputado criterio para una posible actuación. Los diseños y memorias genéticas de toda la fauna vegetal y animal están a salvo, podemos replicarlas en cualquier momento a voluntad. Apenas perderíamos unas pocas mutaciones generacionales recientes sin demasiadas consecuencias. Pero no los ingenios humanos. Sus creaciones se perderían al igual que sus configuraciones singulares.
— ¿Me está pidiendo que evalúe si son valiosos o prescindibles? ¡Por el amor de Dios!
— En cualquier caso usted no decidirá el futuro de la humanidad, pero necesitamos su basta experiencia para esclarecer cual será el mal menor al que enfrentarnos. Sacrificar el planeta y la valiosa fauna que alberga, o salvar también a la humanidad y arriesgarnos a que contaminen el cosmos con su salvajismo.. el maldito día que descubran los viajes interestelares y obtengan impunidad total formando parte del Concilio. Algo que deberían haber alcanzado sin caer en su propia y penosa destrucción.
— Me temo que no puedo ser objetivo. Es evidente que amo a esta cultura de salvajillos revoltosos. Odio y maldigo sus miserias, pero siento devoción por sus gloriosas grandezas. Además.. ¿todo ese sufrimiento y dolor? ¿Todas esas muertes?
— Tenga en cuenta profesor que si falla la contención y los terrícolas contaminan el multiverso sin estar preparados, estas vidas ahora en juego serían gotas en un océano de muertes, abusos y sufrimiento.
— ¿Quieren saber realmente lo que pienso? Seré sincero. Estoy hasta los huevos de mantenerme neutral. Basta de negociaciones absurdas. Basta de secretismos. Mostraros abiertamente y sin rodeos a la vista de todo el mundo y no solo con las cúpulas de sus gobiernos. Unificarlos como los hermanos que son. ¡Y por el amor del multiverso! ¡Bajen a patear los culos apropiados hasta convertir nuestro planeta salvaje, en un puto paraíso digno de formar parte del Concilio! De lo contrario.. antes de que termine todo, quiero bajar y perecer con ellos.
El tiempo fue consumido, la locura se apoderó por completo del mundo y los cielos se plagaron de incontables armas supersonicas cargadas de eterna condena para toda la vida planetaria. Por primera vez en la historia, el ser humano estranguló todo su mundo y no solo a ellos mismos, por miedo, por ignorancia. Pero a penas en el ultimo momento.. todos esos millonarios engendros sintéticos diseñados para la destrucción y el envenenamiento total, sencillamente.. se desintegraron. Y jamás alcanzaron objetivo alguno.
FIN
Héctor Luna Algar 2012
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