Atrás quedaron las nubes y la niebla. El viento queda en brisa
espumosa a los pies de mi pequeña isla solitaria. Un faro erecto cuya
pintura roja y blanca luce como apagadas tablas de un puente colgante
vertical, es el único vestigio de humanidad. No hay farero, tan solo sus
recuerdos y vagas huellas. Son nuevos tiempos. Deseos y pensamientos se
aglutinaron con tanta fuerza contra las ventanas que dejaron marcas y
estrellas rotas al dudoso visitante. Ya nadie lo protege del oxido y el
salitre. Nadie repasa con amor paciente y dedicadas atenciones las
antiguas brochadas. Ya poco queda del carpintero improvisado, del
silbador nocturno que además de su mirada, prestaba caricias a gaviotas y
roedores furtivos, pardos, apabullantes constelaciones y vivos.
Eternidad eran las olas incesantes rompiendo el silencio, todas
singulares y la vista iguales, monótonas, cansinas... hasta echarlas de
menos. Aún hoy su alma sigue forjando senderos a través de sus salvajes y
serpenteantes dominios. Y en lo alto, coronando el mirador de acero
decadente, un cañón de luz incesante, alerta, señala y guía monstruos de
acero remachado, que de ser desangrados emponzoñarían sin piedad carne,
arena, roca, hierba, pulmones,huesos y espinas. Y en cierto momento,
entre pulso y pulso, señala en secreto una madriguera del tamaño de un
puño. La luz penetra con fuerza la abertura, una ventana discreta a las
entrañas de mi pequeña y desgastada isla, kilómetros de grutas y
catedrales naturales ocultas, kilómetros de suave roca deseando ser
saciada por manos y miradas que nunca llegarán. Solo el tiempo,
humedades y heladas cascadas, gusanos, líquenes y alimañas sacian a
duras penas su apetito eterno e insondable. El farero caminó sobre el
tesoro de mi isla largos años ignorante, amando cuanto conocía, ahora su
alma errante se deleita con sus secretos. Ya no le detiene la apretada
roca, ni las gélidas aguas, cuando el sol aprieta la tierra se lo traga y
a la noche con suerte lo podrás observar pasear, perdido en si mismo,
velando por su isla, su pequeña isla, su tranquila y preciosa isla.
Héctor Luna Algar 2012
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